Isla de Oléron.

La isla de Oléron es para dar paseos en bici entre cereales, viñedos y marismas. Pasear por la costa, ver a la gente marisqueando… No es espectacular, es un lugar para disfrutar de la tranquilidad, del sol, de las casas con sus postigos de madera -como en cualquier pueblo francés- y mirar en la lontananza, a ver si hoy se ve el puente a la isla de Ré.

Vamos a situarnos con el mapa de los alrededores de Bilbao:

La isla de Olerón es la grande. Al lado está la Rochela, desde donde los franceses asediaban la isla de Ré, y los hugonotes a su vez asediaban el fuerte de la Prée. Todo un viaje literario para los amantes de «Los tres mosqueteros». Hoy con el puente, es más sencillo acceder.

La isla tiene 34 km de largo, 15 de ancho, y mucho turista. Y como en todos los sitios turísticos, no es fácil pernoctar gratis, pero no es temporada alta, y encontramos sitio en el viñedo de Maxime PINARD, que deja un terreno a las autocaravanas. Al principio nos daba reparo, por si al quedarnos allí se suponía que hay que hacerle gasto de cortesía a la tienda, pero los dueños son muy claros en su web y no son nada invasivos: No admiten reservas, llega, aparca, y vete dos días después.

Es un emplazamiento muy bueno para ir en bici a visitar el norte de la isla: La Brée-les-bains, Saint Denis d’Oléron, el faro de la Chassiron, la playa de las chozas (plage des huttes) y otros lugares, todo a través de carriles bici e itinerarios recomendados. Y todo mayormente plano, era un auténtico placer pasear en bici por allí.

Nuestra comunidad de vecinos de hoy -todos franceses menos un neerlandés y un alemán- y un desayuno en el viñedo, con aceite español y queso francés, con olor a pies:

Los precios me siguen sorprendiendo. No sé si comenté que hace años Francia me parecía carísimo, pero con el subidón que han dado los precios en España, se han igualado, y hay cosas del día a día que están más baratas en España. Tienen anunciados productos anti-inflación, que salen muy bien, y Ángel se ha hecho tarjeta de cliente de algunas cadenas de supermercados (ventajas de tener un número de móvil francés), con lo que tenemos acceso a descuentos. En este asunto, Lidl demuestra hacer las cosas con visión global, porque la misma app te sirve para España y Francia. La de Carrefour o Auchan, no.

Al mirar el mapa de la isla sorprende que haya tanto azul. Además de viñedos y marismas hay piscifactorías de ostras, que venden hasta en máquinas distribuidoras. Supongo tendrán una calidad excelente, porque no pueden permitirse una intoxicación, pero merece más la pena comprarlas en el puerto o en el mercado.

Por cierto, si viviera en Francia, opositaría para Meteo France, porque no trabajan mucho. Anuncian tormenta desde hace quince días, pero ha llovido dos.

Después de estar tan a gusto en La Brée nos movimos a Saint-Pierre d ‘Oléron, cabeza de partido y ciudad muy comercial. Parece que aquí se retiró el capitán de navío y escritor impresionista Pierre Loti, voy a añadirle a la lista de libros pendientes de leer, mayormente sobre viajes, terrenales o no: Vagabundo en África (del genial Javier Reverte), La Dama Azul, La ciudad blanca y Madame Chrysanthème.

Vivir viajando y viajar leyendo.

Burdeos: Barrios que transportan a otra ciudad.

Un barrio algo diferente es la zona entre Saint Michel y el mercado de los capuchinos. Estos días seguía haciendo un calor de sudar a mares cuando cogíamos la bici -yo no la cojo todos los días-, por suerte, en Burdeos hay fuentes y baños por doquier. Bastante limpios, con papel higiénico y hasta música. Pequeños detalles que enamoran.

Aparcamos en la casa eco-ciudadana, que aunque está cerrada para su uso habitual, el punto de intercambio sigue funcionando. Intercambian ropa, libros, juguetes, cajas sorpresa… y se usa, porque de vez en vez se ven objetos diferentes. Aparte de esto, en varias ciudades de Francia he visto pequeñas librerías de calle, sobre todo en parques y plazas, abiertas para poder leer en cualquier momento. Están en perfecto estado, y se usan, se ve a gente trasteando en ellas. Si en España lo normal hoy en día es ver a la gente usar libros electrónicos, aquí todavía hay mucho papel. Los libros de papel tienen su encanto, pero el libro electrónico tiene sus ventajas.

Aproveché a dejar un libro juvenil que me tocó en un sorteo, en las jornadas de Ábaco Bilbao en Zalla. Una historia sobre Rodrigo Díaz de Vivar, o un personaje que se le parecía mucho, en un universo alternativo muy feminista. Ya no tengo tiempo para leer cualquier cosa.

Hablando de universos alternativos, una charla recurrente entre los usuarios de vehículos vivienda es qué hacer con el contenido del váter. El debate entra porque algunos se preocupan de no contaminar, pero otros no. A la parte del váter que se vacía la llamamos poty y los hay de diferentes tipos, algunos tienen rueditas, y parecen una maletita de viaje, de esas que puedes llevar en la cabina del avión. Si alguien quisiera deshacerse de «sus cositas» sin contaminar, podría llevar su poty a un váter público, paseando tranquilamente por la calle. ¿Llamaría la atención? ¿Parecería un viajero más que va a coger el tranvía? Aunque un turista con chanclas no va con una maleta tan pequeña ¿Reconocería alguien observador que es un poty y no una trolley? ¿Buscarían dónde está la cámara oculta? Es un caso hipotético, pura ficción.

Volviendo a los barrios menos turísticos, nos internamos en uno de esos que parece que no tiene nada que ver con lo que todo el mundo visita. A diferencia de otros barrios, aquí había mucha gente pasando la tarde en la calle, en los portales y las tiendas, entre risas, charlas y música, un ambiente más amigable, más familiar. El barrio era un poco más cutre, pero las calles estaban decoradas con muchas plantas y flores, en jardineras de palés pintados de colores vivos. Había comercios de cualquier parte del mundo y el 90% de la población eran negros o magrebíes.

La zona de la antigua universidad, en la plaza de la Victoria, estaba muy animada, gente en las terrazas, o comiendo en la calle, en las pérgolas que hay por la ciudad. Nos paramos a descansar después de los 6 km de bici y el resto de la visita. Esta vez un poco decepcionante, teníamos que haber venido de mañana. Por cierto, hay cosas que no se pueden ver a pie de calle:

Burdeos fue un ejemplo de urbanismo novedoso en el siglo XVIII, y a día de hoy, sigue siéndolo, como se ve en el barrio industrial «»Bassins à flot» recuperado para los ciudadanos con bares, cafeterías y espacios culturales. Hablan de ello de forma extensa en el blog de la empresa Urban Networks.

Volvemos por la calle de Santa Catalina para irnos despidiendo de esta ciudad de cuento:

Sainte Catherine es la calle peatonal más larga del mundo, y ahora, que es hora de cenar o de estar tomando algo por ahí, es un hormiguero de personas. Pero las bicis son las reinas, y el tráfico siempre fluye.

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Burdeos: Paseando les Chartrons, el barrio de los artistas.

Les Chartrons es un barrio con mucho arte urbano, murales grandes y pequeños detalles. Según llegamos, encontramos una obra de arte de MonkeyBird, los mismos artistas que hicieron en Burgos un mural por el VIII centenario de la Catedral (¡ojalá lo mantengan¡):

El siguiente mural también es de Burgos, pero no sé si se conoce mucho, y a mí me encanta, pasaba por delante los últimos días en los que iba a trabajar:

Les Chartrons es un barrio para pasear con tiempo y despacito, para descubrir detalles mientras se camina, ver el último ZAC (Zona de Actividad Culinaria) que se han inventado o admirar como se crean los murales in situ y en directo:

Llegamos bajo el sol de las cinco y nos perdemos por las callecitas del barrio. El museo de la comercializacioń del vino debe ser popular, -segun Trip advisor- pero no suelo ir a bodegas con cata, que es lo que es este museo. Me suele parecer una turistada y en este caso creo que va a estar en francés, no me voy a enterar de mucho, aparte de que con dos vinos yo ya digo tonterías, así que como para coger la bici después.

Echamos a andar por la Rue Notre Dame, que a diferencia de las otras callejas, esta sí tiene gente. Es una arteria estrecha, compartida por peatones, bicis, y algún coche, pero como siempre en Burdeos, el tráfico fluye mágicamente, las bicis dejan espacio para las personas y éstas pueden caminar con tranquilidad y sin sobresaltos.

En estas tardes de calor -un poquito agobiante- entrar a una iglesia es algo más que ver un lugar turístico. Se agradece el frescor súbito, y al entrar desde el sol resplandeciente a la penumbra, parece que la iglesia va desplegando poco a poco sus estancias. Seguramente existe una historia interesante de cada rincón, fruto de la imaginación o perdida por el paso del tiempo.

Y andando andando nos sorprende llegar al templo des Chartrons, que descubrimos hace unos días gracias a que cerca hay un Carrefour City, donde comprar helados. Antiguo templo protestante, está una pequeña plaza donde algún café pone sus mesas, y los chavales se sientan a tomar unas patatas (y luego tirar la bolsa al suelo, ¡guarrillos!). El templo solo abre a veces, y bajo su atrio hay algún indigente -hay unos cuantos mendigos e indigentes en Burdeos-, pero la plaza es recogida, acogedora y silenciosa, se está a gusto y ya tenemos por costumbre sentarnos a descansar y tomar unos helados.

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Burdeos: Las bicis son las reinas de la ciudad.

Desde Dax 165 Km.

Me he enamorado de Burdeos. Aunque yo tiendo a encariñarme con los sitios, así que eso no significa demasiado, pero Burdeos es bien bonita.

Es una ciudad grande, el área metropolitana tiene 1.2 millones de habitantes. No habíamos estado en una gran ciudad desde Zaragoza (600.000) y en estas grandes urbes hay que plantearse las cosas de otra manera; las distancias son más grandes, hay más inseguridad, y también hay más recursos.

Llevamos días con treinta grados pero hemos localizado un sitio muy fresquito en el barrio de Bacalán. Es un barrio nuevo, más allá de la Ciudad del vino y del puente levadizo. En Park4night despierta sentimientos encontrados, alguna gente está muy bien y otros no se atreven a dormir aquí. Hay otra ubicación con una nota mejor y más opiniones, pero yo prefiero probar este lugar, porque me parece más cómodo para ir al centro en bici. Aunque con con esas opiniones, no sabes qué te vas a encontrar.

Una vez allí el panorama era de un barrio muy normal: abuelos llevando los nietos al cole, personas haciendo la compra y volviendo de clase o de trabajar. Por la tarde, estaba la gente estaba al fresco en los bancos del parque, y por la noche venían algunos jugadores de petanca tardíos. Los domingos venían los pescadores, que tenían un chamizo al final de la calle y nos dieron la bienvenida. Un barrio muy silencioso, porque Francia, es más silenciosa que España. Entonces, ¿cuál es el problema de este barrio? Que hay población negra y magrebí. La seguridad es una sensación muy particular de cada uno, nosotros hemos estado diez días en este barrio muy a gusto.

En Burdeos han apostado por la bici: Tienen multitud de carriles bici, aunque no estén en calzada segregada, pero son bastante anchos, y el tráfico es muy respetuoso. También hay una señal especial para que los ciclistas puedan saltarse algunos semáforos. Para mí es una novedad, y estoy orgullosa de haberme recorrido una gran ciudad en bici, es un reto superado.

Hablando del tráfico respetuoso, en general los bordeleses no se impacientan. Sólo he visto automóviles tocar el claxon por estrés en una ocasión -cuando estaban acabando de bajar el puente levadizo-, pero no se oye pitar salvo para saludarse. Por cierto, la palabra claxon no lleva tilde y viene de una marca registrada de bocinas, de EEUU: Klaxon.

Si podemos extraer alguna conclusión de las puntuaciones de Too Good To Go en el sur de Francia, me parecen gente muy agradecida, porque la mayoría de las opiniones valoran los paquetes entre cuatro y cinco, que es el máximo. En Burgos o Euskadi, una nota sobre cuatro ya es muy buena nota. En Zaragoza valoran bajo, es difícil ver un cuatro. Los comerciantes también hacen descripciones muy divertidas, dan sugerencias, te piden que compartas si te va a sobrar, o que no te fijes mucho en la fecha de caducidad. Creo que en España eso no sería ni legal, vender algo caducado, y es que aquí se ven algunas cosas que me chocan, como llevar a niños en cajones empujados por bicis. En una ocasión, ¡hasta tres!. Pero si las cosas se hacen con familiaridad y respeto, ¿qué necesidad hay de tantas leyes?.

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Burdeos: Historias de museos.

Algunos de los museos son gratis el primer domingo de mes, al menos hasta julio. En el de historia natural, aparte de los preciosos bichos conservados con taxidermia, había un montón de niños corriendo, abriendo cajones… creo que también les hacen exposiciones audiovisuales y parecían pasarlo bien. En una de las salas más tranquilas, un pequeñín gateaba por el suelo, sin límites, sin padres detrás, y sin problema alguno para nadie. No sé describirlo mejor, sencillamente me pareció una situación preciosa.

El museo de bellas artes tenía un público más adulto. En otras pinacotecas me he aburrido bastante, pero en esta no, había algunos cuadros con escenas muy extravagantes. Quizá los haya en todas las galerías y yo no me había fijado hasta ahora. Por ejemplo, el siguiente cuadro de Guerin, sobre Fedra e Hipólito:

Vemos a un dirigente con su señora, los que permanecen sentados. El señor tiene un cabreo morrocotudo con el visitante, que está en actitud de darle una negativa, y además se parece mucho a Fedra (maldita familia política, no se les puede cortar la cabeza). La princesa por su parte, parece que está recibiendo noticias de lo que se cuece en los mentideros. Ojo al machete que tiene en la mano. Las tragedias griegas siempre son confusas e intrigantes.

Otro cuadro representaba una escena casual, una de esas situaciones que fotografías por casualidad y acaban siendo muy divertidas o chocantes. Siendo una pintura, no tenía nada de espontáneo, pero parece que el artista intentó dar esa visión:

Parecen felices y tranquilos, pero ¿está la señora cayendo del caballo?, ¿está intentando el señor dominar al caballo, que se ha encabritado?. Posteriormente he leído que es una representación bastante atípica. Podéis traducir esa explicación con la web del traductor de Google.

Otros cuadros, sencillamente eran para mirarlos y disfrutar de ellos, obras maestras muy bellas. Por ejemplo, este Murillo, sobre San Antonio de Padua adorando al niño. En directo me decía mucho más que esta foto de mala calidad del Musba:

La parte derecha del cuadro, donde permanece San Antonio, está en penumbra, ¿es el mundo terrenal?, pero la parte izquierda se ilumina como si se hubiera abierto una ventana donde mirar al Paraíso y a los ángeles jugando. En el centro, el santo acuna al niño Jesús con un inmenso cariño, con una expresividad genial. Yo no practico ninguna religión, pero esta obra de arte bellísima me transmite paz. Volveré a Burdeos solo por visitar este museo otra vez.

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