Turismo de riesgo.

Resulta que nos caducó la tarjeta sanitaria europea, y según al colectivo al que pertenezcas, no puedes renovarla por internet, sino que hay que conseguir una cita con la Seguridad Social.

Las citas telefónicas en Euskadi, Rioja, Burgos, Palencia, y demás sitios cercanos son imposibles, aunque supongo que se podría conseguir estando a las 12 de la noche y refrescando continuamente la pantalla de citas. O a las 4 de la mañana, o cuando quiera que esté programado comenzar la gestión de citas cada día.

Salvo en Valladolid, allí me dieron cita para dentro de dos horas. Y a la par de descubrir esto, también averiguamos que la tarjeta sanitaria europea no se puede renovar, pero el certificado provisional sustitutorio, sí. Tiene su propia opción independiente de la TSE.

La alternativa en caso de que no hubiéramos podido conseguir el CPS era un seguro privado español, uno francés era complicado. O valorar el riesgo: ¿cuántas veces va uno al médico?, ¿me quita el sueño esta situación?.

Qué mal se vive sin sanidad pública. No me dais envidia, useños.

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Choques culturales en Francia.

Al menos en la Francia atlántica. Cosas mejorables:

  • En los supermercados no hay guantes para coger la fruta, e igual que en España, tocan varias piezas antes de decidirse. La primera vez que fuimos a comprar me chocaba, ahora ya pienso si quizá nosotros exageramos con la higiene.
  • Aparcar en las aceras. Francia es un jardín florido, pero no es país para peatones. Viven en casas o edificios bajos, las localidades se extienen mucho y todo está preparado para ir en coche. No hay gente caminando por las calles secundarias.
  • Hay vías rápidas, con dos carriles por sentido, pero sin arcenes y a veces tienen glorietas. Los arcenes son un lujo aquí.
  • No les va lo de pagar con tarjeta. En las lavanderías, o no admiten tarjeta, o se monta cola porque emplean mucho tiempo pegándose con las moneditas. La digitalización en Francia, en varios aspectos, recuerda a España en la primera década del siglo, aunque apps como Too good to go están extendidas y funcionan bien.
  • En carretera, las prioridades son un poco lío. Pueblitos bretones enteros en que la prioridad es a la derecha. Incorporaciones chungas, con carriles de deceleración pero no de aceleración. Resaltos mortales que empiezan antes de la glorieta y acaban después.
  • Los platos preparados llevan aceitunas con hueso.
  • Les encanta la mostaza, quizá tanto como a los españoles la mahonesa. La echan a la ensalada, a las conservas…
  • El nacionalismo exagerado. En los productos aseguran varias veces que el origen de los componentes es francés y que ha sido elaborado en Francia. Casi, lo contrario que en España.
  • No ensucian, pero tampoco limpian. Todo está muy limpio, pero si hay basura en el suelo, así se queda durante días.
  • Lo siguiente no sé si es bueno:
    • Los plásticos aquí son muy resistentes. Podrías candar la bici con ellos.
    • El reciclaje tri-facile; echan todos los embalajes al mismo contenedor, y tienen recogida puerta a puerta. En lugar de esperar que los ciudadanos reciclen, y que además reciclen bien, supongo que habrá una legión de funcionarios o subcontratas detrás haciendo el procesamiento. Diferentes soluciones a un problema.

Cosas buenas de los franceses:

  • Excluyendo París, que hace mucho que no voy, en la costa cantábrica son súper amables. Muchas veces han intentado charlar con nosotros, algunos en inglés, o por lo menos nos dicen las cuatro palabritas que saben en español. Algunas veces nos han intentado ayudar sin pedírselo, y de hecho, me arreglaron la bici gratis. El otro día vino un guardia de seguridad a mirar si nuestra autocaravana estaba bien porque veía la puerta abierta.
  • Nadie se estresa, nadie toca el cláxon, nadie monta escándalos, las cosas fluyen y la gente vive tranquila.
  • Súper respetuosos con los ciclistas. Todo sea dicho, ha habido algún pequeño susto en alguna glorieta, pero la actitud general conduciendo es muy responsable..
  • MUY RESPETUOSOS en general. No hay mobiliario público roto, hay muchas bibliotecas callejeras, y nadie las vandaliza.
  • Hay baños gratuitos por doquier, limpios, con papel higiénico, agua, jabón… A cambio, no tienen fuentes, ni duchas o lavapiés en las playas.
  • El triple carril que va alternándose en cada sentido. Esto me encanta, porque es una manera barata de facilitar los adelantamientos sin tener que construir autovías carísimas.
  • Tienen muchas leyes, pero no parecen cumplirlas a rajatabla. Hacen cosas que en España serían ilegales, y aquí quizá también lo sean, pero en tanto no pase nada, todo funciona. Perros en las cestas de las bicis, niños en cajones empujados por bicis. Señales de tráfico modificadas de manera divertida, remolques y automóviles con la matrícula pintada a rotulador…
  • Escuelas inmesivas en bretón.
  • Seguridad. Hemos visto gente dejando los cascos en la bici sin atar y sin estar ellos cerca, coches con ventanillas abiertas toda la tarde…
  • Y por supuesto, son un paraíso para las autocaravanas.

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Brest: turismo industrial y aun así, un imperdible.

Brest tiene un astillero militar en medio de la ciudad, entre lo que antes eran dos ciudades, Recouvrance (Rekourañs en bretón) y Brest, cada una a un lado del río. Cerca del centro, la parte alta -y es muy alta- de la ciudad es zona civil, la parte baja es mayormente militar y de acceso restringido, con lo que puedes estar en los miradores del río viendo las instalaciones, los barcos en reparación, las esclusas, puentes-barco abriéndose…

La pasarela de automóviles al pie del puente es un barco-puente que pivota para abrirse. A veces hacen cola los coches, y a veces los barcos.

Sobre el puente grande, que también se abre para buques muy altos, pasan peatones, bicis, tranvía, buses, y demás vehículos a motor.

Más allá, un teleférico y un helicóptero de exposición. El conjunto completo de medios de transporte, casi.

Brest fue ocupada por los nazis y liberada por los aliados, a quienes les interesaba hacer uso de sus instalaciones portuarias. Una de las pocas calles antiguas que quedaron es la de Saint Malo, que hoy día es muy peculiar. Especulábamos si se parecerá a la ciudad libre de Christiania: edificios semi derruidos que albergan cafés, música y arte, combinado con flores, plantas y consignas. Y justo al lado de la base militar, que tenía concertinas en la puerta, no se les vayan a colar perroflautas.

La ciudad no tiene patrimonio antiguo, pero se disfruta. No hay apenas casas tradicionales bretonas, sino edificios altos funcionales, que transportan a una época de posguerra. Pero es una ciudad con tendencias modernas, como se ve al pasear por la calle Siam, una avenida principal de tiendas y restaurantes de todo el mundo, recuperada para peatones, y bicis, con tranvía incluido. Cuando veo una avenida así, con la gente paseando tranquilamente, me acuerdo del fallido bulevar de la calle Vitoria, en Burgos, donde se montó una batalla campal por la contestación ciudadana a un proyecto similar. No es igual, aquello tenía sus fallos, pero hay que saber evolucionar.

El espacio de los Capuchinos era un antiguo astillero, y hoy es el espacio cubierto más grande de Europa. Está lleno de niños jugando, corriendo en bici, en patín, y alberga un rocódromo, cines Pathé, multitud de salas, y el barco ceremonial de Napoleón, además de máquinas de los antiguos astilleros y piezas de barcos históricos.

El puerto también es un espacio agradable para pasear, entre pescadores y barcos de todo tipo: veleros, regatistas, e incluso vimos uno de investigación. Hay carteles documentando la evolución del puerto y zona de cafés con su propio paseo de la fama, de marinos. En un día soleado se puede ver el otro lado de la rada, la península de Crozon, donde estuvimos hace poco, y se podría llegar a ver la punta de los españoles, que se llama así desde que en 1594, cuatrocientos españoles aguantaron un mes de asedio contra 5000 enemigos franceses e ingleses.

En la casa de la fuente, casualmente había una exposición sobre Cádiz de un artista español, Cecilio Chaves. En Cádiz pasamos tres semanas y conocemos un poquito la ciudad. Fue interesante redescrubrir Cádiz desde la visión de otra persona.

No nos quedamos para ver los jueves del puerto, que llena las calles de espectáculos callejeros y conciertos. Para cuando volvamos, el viaje a Bretaña 2.0.

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¡Un año viajando!

El 5 agosto de 2022 salimos de Burgos hacia la costa cantábrica, sin más plan que huir del calor. Fue un verano en que se alcanzaron temperaturas tremebundas, y el calor es lo más difícil de vivir en un vehículo.

Ese año lo pasamos mayormente entre Cantabria (que es infinita) y la cuenca del Ebro, entre viñedos rojos y celebraciones navideñas. En Zaragoza pasamos tres semanas -cosa que sorprende a los maños- y vivimos bastante la ciudad. Hoy es el día que cuando sale alguna noticia de allá me suena un poco de lo que hablan.

¿Conclusiones de este cambio de vida tan drástico? Que a todo hay que acostumbrarse: se puede ser desgraciado en el paraíso y feliz en un vertedero. Que la comunicación es un arte complicado, sobre todo aquella con uno mismo. Este viaje largo también ha sido interior, de autoconocimiento.

¿Los gatos qué opinan de todo esto? Quizá lo flipan un poco, pero cada vez se atreven más, a salir y a viajar en cualquier lado:

Y seguimos.

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Brest. Hemos aparcado en un sitio que da miedito.

Hay restos de un coche quemado, quedan trozos en el suelo. El automóvil que está a su lado tiene pinchados los neumáticos y rotos los retrovisores. El sitio no tiene referencias en Park4night, lo cual no me gusta, suelo evitar los sitios así.

No, no hay otro sitio para pasar la noche. El aparcamiento que usábamos hasta ahora lo usan para un evento de arte en la calle: los jueves del puerto.

Me pongo a leer noticias, no sea que los disturbios por la muerte de Nahel estén todavía activos por aquí, aunque me extraña, y veo que fueron en otros barrios, a las afueras. Pero encuentro una noticia de 2021 sobre un pirómano que quemó tres coches a dos calles de aquí.

¿Qué sitio es este? El aparcamiento de las piscinas de la Recouvrance. Es un barrio modesto, como Gamonal, y este aparcamiento se usa mucho. Hay vehículos de todo tipo, algunos modernos e impolutos, y parece que los dejan aquí para pasar la noche. De hecho, un vehículo tiene la ventanilla bajada un palmo. Racionalizando un poco, entiendo que cuando se quema un coche, solo se pretende hacer daño material, no quemas una autocaravana extranjera donde seguramente hay gente durmiendo dentro.

¿Cómo acabó la historia? Pasamos la noche sin problemas. Aunque impone un poco ver un coche quemado, es un barrio muy normal, donde la gente hace deporte, pasea al perro, va y viene de currar…. En Gamonal apareció un coche quemado una vez, y fue una cosa tan peculiar que tardaron una semana en quitarlo. Este vehículo quemado de la Recouvrance debía ser reciente, porque a la mañana siguiente apareció un equipo municipal para limpiarlo.

La percepción de la seguridad es algo muy personal y depende en parte de lo que estás acostumbrado. Yo creo que Bretaña es un lugar muy seguro (una vez dormimos con la puerta abierta), pero si esta situación tuviera lugar en Bilbao, no me quedaría aquí. Siempre me quejo de que la gente no deja referencias de los sitios porque a mí me aporta información: los lugares cambian en el tiempo, por obras, legislación… La retroalimentación, la comunicación, tema es esencial en casi cualquier tema.

Feliz domingo.

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Visitar la península de Quiberon en autocaravana por libre: difícil, pero posible.

La península de Quiberon es otro destino más de sol y playa para los franceses: el clima es suave, hace calor, pero también salen días nublados y de chirimiri. Los pueblos son agradables, y se puede recorrer la península en bici, a través de senderos de tierra, entre campos y dunas verdes, y con el azul intenso del Atlántico al fondo.

Que no engañe la aparente tranquilidad. En este oasis de paz, donde todo el mundo parece ocupado en sus placeres de vacaciones, hay abueletes apostados y vigilantes, para echar amablemente a los que aparcan delante de su residencial, tapándoles las vistas. Yo lo comprendo, cuando pagas un pastón por un piso a diez metros de la costa, con unas vistas increíbles, lo defiendes como sea.

Quiberon, a primera vista, parece muy hostil con las autocaravanas, las calles costeras están llenas de señales que limitan el aparcamiento de 1 a 4 horas. Aun así, encontré un par de lugares para dormir en Park4night, y se veía desde la carretera alguna autocaravana acampando por ahí en calles aledañas, en lugares discretos. No son sitios tan bonitos, pero no están lejos de la costa, yendo en bici. Una vez más, las bicis son una gran ayuda (¡gracias Bea, Moy y familia!), aunque este es de los pocos sitios donde me resultó más cómodo ir en bici por la carretera, que por los itinerarios bici, no estaban muy bien señalizados y eran fáciles de perder.

Qué visitar en la península de Quiberón:

Este es otro de esos sitios que, sin ser espectacular, son sencillamente agradables. Existen atracciones de pago (museos, parque de cuerdas…) pero nosotros disfrutamos de placeres baratos: paseos descubriendo menhires y restos alemanes de la II guerra mundial, el ambiente en el puerto deportivo, y disfrutar de una crepe mientras vemos ir y venir los barcos a Belle Île.

Belle-Île debe ser una preciosura, por lo que me han dicho los locales, y por la cantidad de gente que va allá. En la terminal marítima había un centenar de personas embarcando y volviendo, y coches y camiones entrando en el ferry. Ver maniobrar un ferry -aunque sea pequeño- en un puerto, en pocos metros, ajustando con precisión para que los coches puedan embarcar, me resulta sorprendente. Maravillas técnicas que utilizamos cualquier día y que damos por sentadas, pero que no dejan de ser maravillas.

Hay una línea regular hacia la isla y más barcos que ofrecen el servicio de transporte, pero casi todos pertenecen a la misma empresa y es carísimo -incluso hay quejas vecinales por este monopolio- así que no vamos a visitar Belle Île. Además, cuando el listón está muy alto, y es caro, hay papeletas para que me defraude bastante. Cada cual se conoce a sí mismo.

El Muro Atlántico integrado en la ciudad.

El muro atántico es un sistema defensivo costero que construyeron los alemanes durante la II guerra mundial. Se extiende a lo largo de 4400 km, de Noruega a los Pirineos. Desde finales de 1941 el muro se convierte en una prioridad para Hitler para evitar el desembargo aliado. Alemania ya estaba a la defensiva: la invasión de Inglaterra había resultado imposible, los Estados Unidos habían entrado en la Guerra, y el pacto germano-soviético se había roto, abriendo un segundo frente en el este.

El muro del Atlántico está construido con una serie de elementos militares, cuyos planos estandarizados aceleraron su construcción: fuertes, baterías de artillería cada dos kilómetros, estaciones vigía, sistemas de defensa y obstáculos para dificultar el desembarco, como este muro de Port María en Quiberon. Llevamos viendo restos del muro desde Anglet, al otro lado del golfo de Gascuña/Vizcaya, pero este tiene de especial que está perfectamente integrado en la ciudad:

Un inciso friki-etimológico: península en francés se traduce como presqu’île, de «presque», que significa casi, e «île» (isla), asi que una península es una «casi isla». Misma explicación en castellano, que viene del latín paeninsŭla, de paene (casi) e ínsula. Parece que hay unas cuantas palabras que utilizan el adverbio paene: penumbra, penúltimo… En inglés también utilizan la palabra peninsula, sin tilde.

Conclusión, ¿se puede visitar Quiberon en autocaravana sin tener que ir a un camping?

Indudablemente, la península de Quiberon es muy turística, cuando avanzábamos por el istmo, íbamos una caravana de autocaravanas, y hay muchos campings y hoteles. Pero después de visitar otros sitios similares por la zona, creo que no merece la pena desviarse para llegar aquí, mayormente por la dificultad para dormir en sitios tranquilos.

En el tema turístico, aplico el criterio de que si no me quieren, yo tampoco les quiero. El mundo tiene muchas cosas bonitas para ver, puedo escoger a dónde voy. Antes de venir aquí, iría a Oléron, donde las casas con ruedines son bienvenidas (al menos en 2023), y tiene mucho más para ver.

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Concarneau: La isla-ciudad que los españoles no visitan.

Cuando planificamos a dónde ir, utilizamos blogs, guías de viaje y ahora ChatGPT, el cual funciona muy bien para viajes si vas afinando la búsqueda. Acabamos en Concarneau porque un par de webs recomendaban el castillo de Kériolet. Es neogótico, como el palacio de la Capitanía General de Burgos, y se construyó en el siglo XIX. Anteayer.

Yo lo había descartado, porque no solemos entrar a muchos sitios de pago -hay demasiados- pero Ángel se fijó en el centro de la ciudad y resulta que es bien chula. Algunos franceses opinan que está sobrevalorada, y sin duda es bastante turística porque estaba llena de gente. Sin embargo, la bonitura de los sitios es una opinión muy personal, y depende del tiempo de que uno disponga, así que mejor que cada cual valore por sí mismo:

La entrada fortificada, y estos lugares escondidos, que se pueden ver desde lo alto de las murallas, me recuerdan a las ciudades de Skyrim. ¿No hay un templete así en Soledad?

Se puede subir y pasear gratis por las murallas, que tienen unos nueve metros de altura. Parece que tirarse desde alturas vertiginosas es deporte habitual de los chavales franceses en las zonas costeras, lo hemos visto aquí, en Oléron… Los británicos no lo intentéis, no os sale bien.

Quizá porque era 13 de julio, víspera de la fiesta nacional, había mucha música en Concarneau, en las barquitas pesqueras, en el anfiteatro… Aquí, el gran Marcel:

Al cabo de un ratito de concierto, una chica le pidió que le dejara tocar una canción. ¡Dos conciertos en uno!

Estuvimos un ratito observando los barcos desde una las puertas de la ciudad: pequeñas barcas, veleros, y un barco militar. Al tener un puerto protegido, Concarneau también tiene sus astilleros, y como todo está en internet, descubrimos que el M940 es un dragaminas en construcción.

Para los interesados en la pesca, en la ciudad vieja hay un museo, barquitas que ofrecen salir a pescar…

De esta zona ya hemos probado el kouign amann, que está muy rico, pero tiene una cantidad indecente de calorías (1500 kcal/100 g). El de supermercado da una idea del pastel, pero es mejor comprar lo justo, porque al cabo de un par de diás adquiere la consistencia del hormigón armado. Exagero, pero envejece mal.

Concarneau es una ciudad pequeña, 20.000 habitantes, pero la primera donde hemos encontrado alguna pintada reivindicativa por el fallecimiento de Nahel. No hemos visto disturbios, ni de lejos.

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Los alineamientos de Carnac, en Bretaña.

Hoy estamos visitando el yacimiento de Carnac: un conjunto de alineamientos megalíticos que se extiende a lo largo de cuatro kilómetros. Se conservan varios de estos sitios en los litorales europeos, los cuales se cree que continúan bajo el mar. Datan de hace unos 6000 años (neolítico) y parece que entonces el mar estaba de tres a cinco metros más bajo que ahora.

Al visitar estos sitios es habitual preguntarse por qué, o para qué, construyeron esto. Solemos acabar con más preguntas que al principio, y pocas respuestas, aunque se han desarrollado muchas teorías variadas a lo largo del tiempo, con más o menos consenso. Una de ellas es la de un experto que ve en Carnac un sistema sísmico: parece que la zona era muy activa en esa época y algunas de las construcciones serían muy sensibles, por lo que se moverían de manera muy llamativa ante cualquier vibración. Otras teorías hablan de un calendario de ciclos agrícolas, de señales de advertencia o prohibición, delimitación del terreno, caminos hacia templos de culto… pero no cultos druídicos, los druidas son posteriores. Esta creencia popular constituye un problema: En el siglo XIX la gente empezó a intentar poner las piedras en su lugar, de manera poco rigurosa, y creyendo que era un antiguo poblado galo, lo acomodaron a su imaginario.

¿Y qué es lo más impresionante que hemos visto?. Lo que se intuye aquí:

Esa colina oculta en su interior el túmulo de Saint Michel, y tuvo que ser alguien importante, para que le dedicaran un enterramiento de estas dimensiones. En Huelva, en el yacimiento arqueológico del Pozuelo, ya vimos dólmenes semienterrados en elevaciones del terreno, pero de tamaño mucho menor. El dólmen seguía la línea del paisaje y completaba la parte de arriba de la montañita, así que con el paso del tiempo y el olvido de los accesos, los túmulos quedaron perfectamente disimulados. Otro dato interesante es que en la tumba encontraron joyas de Andalucía, pero en esa época no había comercio, ni concepto de enriquecimiento, únicamente existía el trueque. Lo valioso de esta zona era la sal.

Los pasillos de piedras dan alas a la imaginación, se han contado muchas leyendas: puede que las piedras cayeran del cielo, que sean vestigios del Diluvio, o soldados petrificados, que vuelven a la vida el día de Navidad. Mientras caminamos por los bosques que separan unos yacimientos de otros charlamos sobre algunas viejas ideas de las sociedades humanas, como la vida tras la muerte. A mí me parece una idea compleja, creo que lo más natural es pensar que las cosas tienen un principio y un final. Pero supongo que atiende a una necesidad de trascender.

Estos carteles me llamaron la atención. La asociación «Menhirs libres» reivindica una gestión del patrimonio diferente que la que ha hecho el gobierno:

Un amigo de juegos en red me recordaba los cómic de Astérix, uno de los cuales transcurre en Carnac. La historieta se acerca un poco a la realidad, porque sacaron bastante piedra de aquí para las edificaciones de Belle-Île. Qué bien estaban hechos aquellos cómic, que divertían a niños y mayores e introducían conceptos importantes en la vida real, como la inflación. Por cierto, se pueden leer legalmente (en inglés) en archive.org.

Por lo demás, nuestra comunidad de hoy es interesante. Es un aparcamiento de autocaravanas gratis entre un bosque, un camping muy tranquilo, y fincas particulares, todo separado por setos y zarzamoras (¡ya hay moras!). Hay algunas personas viviendo, en camiones camperizados y autocaravanas americanas, de las que se se pliegan y despliegan. Tienen sus mascotas, de las que hemos disfrutado un montón, porque el perrito del vecino viene a jugar con nosotros, y los gatetes son muy graciosos cuando aparecen en sitios inesperados, como en lo alto de su camión. Me gustaría preguntarles -a los dueños, no a las mascotas- si viven permanentemente aquí, o por un trabajo temporal. Se ve que están acampados porque tienen mesas y sillas fuera, grandes depósitos de agua, las ruedas del camión con funda y se mueven con una furgoneta aparte. Para las personas que tienen trabajos temporales, vivir en una autocaravana es una solución viable en los lugares donde los alquileres son tan abusivos, y no ganas dinero con un trabajo de pocos meses: Mallorca, Laredo…

Hay más gente de la que parece viviendo sobre ruedas. Más allá de los nómadas digitales, encontramos muchos jubilados extranjeros, y en menor medida trabajadores como los de viven aquí, que el lunes se van a trabajar y dejan sus bicis y sus cosas fuera y no pasa nada. Bretaña parece un lugar seguro.

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Rochefort-sur-mer: Tras la fragata Hermione.

Desde la isla de Oléron: 47 km.

En la última publicación sobre Burdeos me inventé una historia de ciencia-ficción: Afroamericanos invadiendo Europa. No africanos o afrodescendientes, ojo, afroamericanos saltando el charco. Esto puede ser la nueva conspiración de moda, lo veo.

Volviendo a la vida real, con un cierto decalaje, dejamos atrás la isla de Olerón, donde estuvimos tan a gusto, para llegar a Rochefort-sur-Mer, o Rochefort a secas. Parece que hay un montón de pueblos llamados Rochefort, cada uno con su apellido. Y no tienen que ver con el queso, que ese es Roquefort. No vean qué desilusión la primera vez que vine aquí.

La localidad (23.000 habitantes) está bastante preparada para la bici, salvo el centro, que tiene algunas calles confusas. Son de un solo sentido, y permiten entrar a bicis a la contra, pero no hay carriles delimitados y no hay hueco si viene un coche de frente. Supongo que está pensado para los locales y que es mejor seguir el sentido de las calles. Después de la sequía de medios en la isla de Oléron, vaciar y llenar gratis nos vino como agua de mayo.

Estuvimos en este Rochefort hace algunos años, pero no lo recordábamos demasiado. Es una ciudad creada en 1666, ante la necesidad de construir una armada potente y estuvo en funcionamiento hasta 1927, cuando los barcos de guerra ya no pudieron entrar en el río Charente. Rochefort no tiene mar.

El Hermione es el navío perfecto, dicen en su web. Es de la categoría fragata, se construyó en Rochefort y se suele visitar aquí, salvo este año 2023. Curiosamente, nos la encontramos hace unas semanas en Anglet donde están arreglándola en un astillero más moderno.

En la anterior visita entramos en el museo que explica la fabricación de los barcos de esa época, y merece la pena si te gusta un poco la historia. Esta vez solo estuvimos paseando por la ciudad -nuestros dineros no dan para toda la oferta cultural de Francia- y vimos en funcionamiento el puente transbordador, que fue diseñado por el mismo ingeniero que el puente de Vizcaya. Es de pago, no creo que merezca la pena subirse a la barquilla. También había homenajes a Pierre Loti, que era protestante, y a falta del Hermione, había un parque de cuerdas con forma de barco:

Encontramos algo que parecía un mercado callejero, pero ofertado por los propios comercios, que habían salido a la calle. Juguetes tradicionales, cafeterías, y hasta una lotería típica de las barracas, de las del perrito piloto.

Ese día nos cayó una manta de agua mientras paseábamos, la venganza de Meteo France por no creernos sus prediciones. Fue uno de esos chaparrones veraniegos, de los que en media hora ya no queda rastro. El sol vuelve a calentar con ganas y la gente vuelve a poblar las terrazas y bancos de la plaza Colbert, la plaza del Ayuntamiento, mientras escuchamos canciones marineras.

Isla de Oléron.

La isla de Oléron es para dar paseos en bici entre cereales, viñedos y marismas. Pasear por la costa, ver a la gente marisqueando… No es espectacular, es un lugar para disfrutar de la tranquilidad, del sol, de las casas con sus postigos de madera -como en cualquier pueblo francés- y mirar en la lontananza, a ver si hoy se ve el puente a la isla de Ré.

Vamos a situarnos con el mapa de los alrededores de Bilbao:

La isla de Olerón es la grande. Al lado está la Rochela, desde donde los franceses asediaban la isla de Ré, y los hugonotes a su vez asediaban el fuerte de la Prée. Todo un viaje literario para los amantes de «Los tres mosqueteros». Hoy con el puente, es más sencillo acceder.

La isla tiene 34 km de largo, 15 de ancho, y mucho turista. Y como en todos los sitios turísticos, no es fácil pernoctar gratis, pero no es temporada alta, y encontramos sitio en el viñedo de Maxime PINARD, que deja un terreno a las autocaravanas. Al principio nos daba reparo, por si al quedarnos allí se suponía que hay que hacerle gasto de cortesía a la tienda, pero los dueños son muy claros en su web y no son nada invasivos: No admiten reservas, llega, aparca, y vete dos días después.

Es un emplazamiento muy bueno para ir en bici a visitar el norte de la isla: La Brée-les-bains, Saint Denis d’Oléron, el faro de la Chassiron, la playa de las chozas (plage des huttes) y otros lugares, todo a través de carriles bici e itinerarios recomendados. Y todo mayormente plano, era un auténtico placer pasear en bici por allí.

Nuestra comunidad de vecinos de hoy -todos franceses menos un neerlandés y un alemán- y un desayuno en el viñedo, con aceite español y queso francés, con olor a pies:

Los precios me siguen sorprendiendo. No sé si comenté que hace años Francia me parecía carísimo, pero con el subidón que han dado los precios en España, se han igualado, y hay cosas del día a día que están más baratas en España. Tienen anunciados productos anti-inflación, que salen muy bien, y Ángel se ha hecho tarjeta de cliente de algunas cadenas de supermercados (ventajas de tener un número de móvil francés), con lo que tenemos acceso a descuentos. En este asunto, Lidl demuestra hacer las cosas con visión global, porque la misma app te sirve para España y Francia. La de Carrefour o Auchan, no.

Al mirar el mapa de la isla sorprende que haya tanto azul. Además de viñedos y marismas hay piscifactorías de ostras, que venden hasta en máquinas distribuidoras. Supongo tendrán una calidad excelente, porque no pueden permitirse una intoxicación, pero merece más la pena comprarlas en el puerto o en el mercado.

Por cierto, si viviera en Francia, opositaría para Meteo France, porque no trabajan mucho. Anuncian tormenta desde hace quince días, pero ha llovido dos.

Después de estar tan a gusto en La Brée nos movimos a Saint-Pierre d ‘Oléron, cabeza de partido y ciudad muy comercial. Parece que aquí se retiró el capitán de navío y escritor impresionista Pierre Loti, voy a añadirle a la lista de libros pendientes de leer, mayormente sobre viajes, terrenales o no: Vagabundo en África (del genial Javier Reverte), La Dama Azul, La ciudad blanca y Madame Chrysanthème.

Vivir viajando y viajar leyendo.